Casablanca
Orígenes del asentamiento humano
Los primeros españoles en el valle de Casablanca fueron los expedicionarios que dirigía, el adelantado don Diego de Almagro, en el año 1536. El Conquistador, en sus correrías por el litoral, se internó tomando la ruta de los Incas que desde Quillota cruzaba Limache y Villa Alemana, pasando por el valle del Margamarga hacia los campos de Orozco. Desde allí avistó el valle (que los indígenas Ilamaban de Acuyo) atravesándolo para seguir a Melipilla por el Cordón lbacache, visitando así las colonias 'Mitimaes' de Talagante, luego avanzó más al Oriente para después retornar a Quillota.
En 1540, pasó don Pedro de Valdivia con sus huestes, imitando el camino de Almagro.
Las tierras más antiguas que se registran las otorgó Valdivia, el 10 de Febrero de 1546, a su teniente general don Alonso de Monroy. El 10 de Marzo del mismo año el Cabildo otorgó merced a Rodrigo González de Marmolejo sobre las tierras que más tarde serían la hacienda de Ovalle. En 1577 se otorgaron tierras a don Alonso de Córdoba (merced extensa que abarcó desde Tapihue hasta el portezuelo de Ibacache), colonizador que junto a su socio don Antonio Zapata inició el tráfico de cueros y sebos con el Perú, a través del puerto de Valparaíso.
A fines del siglo XVI existió una tendencia a la unión de los grandes predios en otros mayores. Es así como la merced otorgada a Córdoba, en poder de los Zapata de Mayorga, se unió con la de González de Marmolejo constituyendo una de las más grandes haciendas coloniales.
Las mercedes se dividieron nuevamente durante el siglo XVIII. La de Casablanca, en manos de la familia Monte de Sotomayor. La de Yurapil, en manos de don Vicente Vásquez. La de Ovalle, en poder de don Francisco de Ovalle y Esparza. La de Tapihue, que perteneció a los Prado y luego a don José de Montt, y la Viñillas, en poder de los últimos Zapata de Mayorga y más tarde de don Pedro Andrés de Azagra.
En el año 1753 se fundó el poblado de Casablanca en su actual emplazamiento.
Hacia la costa se localizaron las haciendas de la Compañía de Jesús: San Javier de Tunquén, Las Tablas, Peñuelas y Las Palmas, y por algún tiempo la hacienda de Viña del Mar, que fueron formando un cinturón que rodeaba el puerto de Valparaíso.
Con el traslado de indios y el progreso de las haciendas, el valle de Casablanca consolidó su fisonomía rural, la que conservó durante todo el siglo XIX.
La época de progreso iniciada en Chile a partir de 1830, por la estabilidad institucional y la creciente importancia de Valparaíso como el primer puerto del Pacifico, convirtió al camino colonial que unía al puerto con Santiago en una arteria de gran importancia para el país, por el cual transitaba todo el movimiento comercial de Chile.
Lo anterior repercutió directamente en el progreso de la villa de Casablanca, paso obligado del tránsito en cuestión. Sin embargo, la prosperidad resultante de la ruta caminera se vio reducida notablemente a partir de 1863, fecha en que se inauguró el ferrocarril entre Valparaíso y Santiago, desplazándose con ello el tráfico de mercaderías y pasajeros.
CASABLANCA
El origen del nombre de Casablanca está en el siglo XVI, cuando al poniente de la ciudad se levantó una casa de adobes blanqueados "... sobre la loma que sale de la punta que remata en el estero junto al camino real de carretas..." (Real Audiencia, vol. 1076, pieza 1a, pág. 94), camino del Inca que desde la zona de Orozco penetraba en el valle para seguir al sur.
En 1755, seguían los trabajos preparativos de la nueva población y su trazado original fue delineado -conforme a la tradicional cuadrícula española- por don Joseph Bañado y Gracia, juez agrimensor del Obispado.
Al levantarse las primeras casas se dictaron algunas providencias a fin de asegurar el progreso de la población. Se nombró un Teniente General del Partido de Casablanca dependiente del corregidor de Quillota, quien también recibía órdenes del Gobernador de Valparaíso en caso de defensa de dicho puerto.
Si bien, en un comienzo, la población creció, la rivalidad existente entre José Montt y don Francisco de Ovalle hizo peligrar su desarrollo, cuando este último pretendió derechos sobre los terrenos donde se había levantado la villa, pues los pobladores fueron abandonando los terrenos al comprender que los perderían si Ovalle ganaba el pleito. El litigio duró toda la segunda mitad del siglo XVIII y la situación vino a normalizarse cuando los herederos de los litigantes pusieron fin al pleito, reconociendo la fundación y los derechos de sus habitantes.
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